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Colectivos y filetes, una pasión bien Argentina

El periodista alemán Dani Heyne nos cuenta sus sensaciones al presenciar el evento de buses clásicos más colorido del país. Una mirada diferente que explica este fenómeno.

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Los colectivos son muy valorados en Argentina. Coloridamente decorados por sus choferes, solían transportan a la gente del país con mucho estilo. De vez en cuando los más bellos e históricos basados en el Mercedes-Benz L 911 se dan cita en Buenos Aires. Es por eso que viajé de Alemania a Sudamérica para conocerlos y entender el porqué de este fanatismo.

El lugar elegido en esta ocasión es Puerto Madero, una especie de ciudad tan colorida y llena que está separada del resto. Estamos en el corazón del barrio de moda de Buenos Aires a orillas del Río de la Plata y nos sorprende una docena de colectivos de antaño rodeados de multitudes. Mi primera pregunta fue ¿a qué le llaman colectivos? Estas maravillas del pasado son autobuses decorados con colores de larga tradición en Argentina. Trabajaron como transporte público durante décadas, así que casi todo el mundo los conoce.

Colectivos y filetes, ¿Cómo empezó todo?

El 24 de septiembre de 1928 el primer colectivo abrió sus puertas en Buenos Aires. En ese momento, un minibús convertido basado en un Chevrolet Double Phaeton dio el puntapié inicial. La ciudad quería instalar un sistema de transporte local fiable que transportara a la gente de forma rápida y barata. El plan funcionó, y con el paso de los años se establecieron más y más líneas fijas.

A partir de 1950, los camiones se convirtieron por primera vez en buses para poder transportar el creciente número de pasajeros. Ya entonces, los conductores decoraban las unidades con fileteado –un estilo de pintura tan armonioso como artístico, con líneas y superficies coloridas– típico de la capital argentina. Este arte no sólo adorna los «bondis», sino las casas, los carteles de las tiendas y hasta algunos taxis.

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El fileteado dio a los colectivos su propio estilo y trajo color a las calles de Buenos Aires. También facilitó que los pasajeros descubrieran la línea que tomarían en pleno tránsito. A lo largo de las décadas, los buses se desarrollaron aún más: mientras que las primeras versiones tenían sólo cinco asientos, a finales de los años 70 podían acomodar a más de 20 pasajeros.

En los primeros 30 años, los colectivos utilizados provenían de diferentes fabricantes. De 1950 a 1990, los “capot cortos” de Mercedes fueron los más vendidos, siendo el L 911 particularmente el más popular.

En 1987, la empresa “El Detalle” desarrolló por primera vez un colectivo con motor trasero para Buenos Aires, que sigue en uso hoy en día. Mercedes respondió al año siguiente con el moderno OH 1314. Aunque los nuevos modelos aumentaron la seguridad y la capacidad, tenían mucho menos carácter. Como dijo un historiador: «Los viejos colectivos son considerados para siempre como una fuente de orgullo nacional. Fueron inventados aquí, como el dulce de leche.»

La Rubia Mireya

De vuelta al lugar con más “onda” del puerto, donde los colectivos comenzarán a moverse inmediatamente y hacer gala de sus pinturas,  nos encontramos con Enrique «Quique» Jachfe, de 43 años de edad parado al lado de un “trompudo” amarillo. A los 22 años se puso al volante de un colectivo por primera vez, y desde entonces ha estado conduciendo uno cinco días a la semana. Más precisamente: las líneas 21 y 108.

Antes de su retiro, el L 911 amarillo operaba la línea 60, y como todos los buses clásicos, tiene connotación de amor llamada «La Rubia Mireya», que se refiere no sólo a su esquema de pintura amarilla, sino también a una famosa canción de tango de los años 40.

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Cuando le preguntamos a “Quique” sobre la peculiaridad del colectivo, aparta la cabeza y respira profundamente. Luego con fervor aclama: «es la forma en que estos colectivos nos recuerdan amorosamente el pasado. Todo el mundo asocia algo con ellos, en su mayoría son preciosos recuerdos de la infancia u otros momentos felices».

Con esta frase que nos hace bajar del último bus, el desfile empieza en cualquier momento. Allí nos sentamos en la primera fila, escuchando el pasar del viejo Benz con su ruidoso gasolero, cuya suspensión rechina. El sol casi ya desapareció. Los choferes encienden sus luces festivas y llevan a los colectivos como pequeños vapores de ensueño a través de Buenos Aires. Pasando las veredas llenas donde la gente de repente se detiene, levanta los brazos y saluda frenéticamente. Si esto no es amor por la cultura y el pasado, entonces ¿Qué es?

Texto: Dani Heyne (Auto Motor und Sport, especial para TM Argentina) – Fotos: Arturo Rivas

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