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Ford y los Hot Rod: el arte sobre ruedas que revive las pick ups del siglo pasado

Casi un siglo después, la moda Hot Rod sigue vigente en buena parte del continente norteamericano. Acá te mostramos al detalle a uno de sus fieles representantes.

El Hot Rod es, literalmente, un arte de tintes clandestinos que apareció por primera vez a finales de la década del ‘30 en el sur de California, Estados Unidos, donde se disputaban carreras de vehículos particulares, principalmente pick ups, que eran modificados para que entreguen prestaciones muy por encima de lo convencional.

Más allá de preparar la suspensión, con chasis que rozaban el piso, y elevar las prestaciones de esos gigantes motores –con mayoría de arquitecturas V8–, provocar con el diseño, los colores y el equipamiento extra en la carrocería era el otro objetivo de la cultura Hot Rod.

Por ejemplo, la principal moda era eliminar los capot, paragolpes y en menor medida los parabrisas, para alivianar peso (no existía la fibra ni los plásticos; era todo acero puro), como así también recortar determinadas zonas bajas y colocar neumáticos más grandes para mejorar la tracción.

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En su mayoría, y no solo durante la primera época sino que se siguen reformando hasta el día de hoy, el arte del Hot Rod fue copado principalmente por la marca Ford y sus modelos T de 1910 a 1920, el A de 1928 a 1931 o el B de 1932 a 1934. Y para demostrarte al detalle de qué se trata realmente esta moda vigente después de más de un siglo, a continuación te dejamos esta transformación única.

Una pick up Ford que rememora el Hot Rod

Quien se dé maña, puede construir un Hot Rod o bien pagarle a un preparado que lo haga. Lo más lindo, obviamente, es vivir el proceso en primera persona, desde que la carrocería es solo un objeto oxidado (generalmente) y luego termina siendo una obra de arte en todo sentido.

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En Estados Unidos, cuna de esta moda, existen infinidad de casa de tuning que se dedican a modificar todo tipo de autos y pick ups, pero crear un Hot Rod hecho y derecho es un trabajo más artesanal. Y uno de estos artesanos más conocidos es Bill Dinges, preparador y pintor de Michigan, que hizo su propia obra de arte.

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La base del Hot Rod que podés ver en fotos al final de la nota cortesía del sitio MotorTrend es la de una pick up Ford de 1932, si bien Billy D –como se lo conoce amistosamente–, la transformó en una Lincoln (marca que nunca fabricó una camioneta), como para generar más intriga en los eventos y exposiciones a los cuales lleva a “Instigador”. Sí, así fue apodado este clásico revivido.

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La inversión, a simple vista, pareciera millonaria, sobre todo por los excéntricos y muy bien plantados detalles y accesorios que se dejan ver dentro de la cabina de este Hot Rod. Pero lo cierto, y según confirmó su dueño, necesitó solamente 20.000 dólares y un número incontable de horas de trabajo.

En este tiempo, Billy D modificó gran parte del chasis de este Hot Rod, estirando la distancia entre ejes original del Ford en 28 cm hacia la parte delantera, reemplazó la suspensión con más ancho de vía y amortiguadores telescópicos cromados Speedway accionados por un sistema tipo manivela y adoptó discos de freno de casi 30 cm.

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El Jeep Gladiator restaurado con motor V8 de 1.000 CV: la pick up más potente del mercado

Para la suspensión trasera, un brazo triangulado de cuatro apoyos sostiene el eje de tracción con engranajes de 4.10, resortes y freno a tambores sobredimensionados. Esto último para poder detener la potencia de su motor Ford de 1962, por más que el rotulado de la tapa de válvulas diga Lincoln.

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Se trata del conocido 292, un V8 de 4.8 y 160 CV originales, que recibió importantes reformas como un compresor sobre la base de tres carburadores Speedway 97, todo en color negro mate y piezas en el mismo color ocre mate de la carrocería. No se sabe la potencia exacta, pero su dueño dice que supera los 400 caballos.

A nivel diseño, se realizó un trabajo por demás prolijo. Todo está milimétricamente estudiado y hecho a medida con mucho esmero, pero es el interior el que realmente se lleva todos los aplausos por la puesta en escena, los colores elegidos y accesorios que le dan un guiño al pasado.

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Por ejemplo, las butacas están hechas a medida en aluminio y con apliques de cobre; el instrumental, también con cobre, fue heredado de un Ford Falcon de 1963, mientras que la columna de dirección y el volante son de un Ford DeLuxe de 1939. En el techo, una caja de parlantes y un mini-ventilador alimentan la fantasía.

También se pueden encontrar remaches de aeronaves de cobre y aluminio funcionales por todas partes, un piso de madera en lugar de alfombras convencionales está hecho de álamo amarillo, pedalera y manijas de puertas artesanales y remata el diseño un micrófono Shure antiguo como pomo de la palanca de cambios.