El Jumpy es, en palabras de Citroën Argentina, un vehículo comercial desarrollado pensando en la eficiencia y en la ergonomía al servicio de la facilidad de uso, brindando innovadoras tecnologías tanto en materia de seguridad como para hacer más confortable la vida a bordo. En una oración, la marca del doble chevrón describe fehacientemente las características de esta moderna unidad destinada a labores de carga y descarga en plena urbe. Con 5,3 metros de longitud el Jumpy es un furgón mediano-grande, siendo 10 cm más corto que el Jumper pero casi 20 cm más que la Vito. Sin embargo es la altura la que saca provecho del modelo. Con apenas 1,93 metros, la Jumpy es un auto más, ya que ingresa sin inconvenientes en cocheras de hasta 2,10 metros –cuidado con la antena que sobresale unos centímetros extras–, y no paga excedente en peajes.

Pensada para la movilidad diaria en las actividades de reparto, la presentación del interior sorprende en varios aspectos. Primero porque no estamos frente a un vehículo de los ’90 restilizado, sino a un producto 100% nuevo, y segundo por la funcionalidad del mismo. La plancha pertenece más a SUV que a un propio furgón. Armoniosa, presenta un sinfín de portaobjetos en toda la cabina (unos 20), mientras que la posición de manejo se asemeja a un auto gracias a la confortable butaca con apoyabrazos y variable en altura y al volante de doble reglaje. Todo es agradable, es cierto, pero algunos plásticos y terminaciones deben más esmero.

Mientras repartíamos ediciones de los títulos de Motorpress Argentina en los barrios aledaños a la CABA, nos encontramos con una herramienta de trabajo que prioriza el confort del conductor pero no así la visión. La posición de manejo ideal se encuentra fácilmente, mientras que la butaca es sumamente confortable, un plus durante la jornada laboral. Sin embargo la visibilidad no es su fuerte, ya que los pilares son por demás generosos e interfieren al doblar en esquinas.

Lo mismo para los espejos, de tamaño pequeño y sin angular en la parte inferior. Por ende criticamos la falta de un sensor de estacionamiento de serie para evitar inconvenientes. A la derecha del conductor un butacón doble con sus respectivos apoyacabezas y cinturones esconden sus virtudes. Debajo del cojín central, encontramos un amplio portaobjetos, mientras que en el respaldo, al bajarlo, una “mesita” nace para colocar la billetera, celular o bien el anotador (la bandeja es giratoria y aporta un sostén elástico).

La pusimos a prueba en avenidas recién asfaltadas como en calles palermitanas donde el adoquinado aún persiste. Las suspensiones pueden resultar algo “secas” (incluso con recorrido limitado debido a los topes), sobre todo el tren delantero, siendo ambos esquemas desarrollados para entregar robustez en todo periplo. En acceso y autopista se lo nota bien aplomada, con cambios de dirección francos.

Reconocido en el Grupo PSA, el 1.6 HDI continua vigente, y en esta unidad entrega 115 caballos y 30,6 kgm de torque. Silencioso y prácticamente sin vibraciones se lo nota ágil recién por encima de las 1.800 rpm, incluso cuando se circula con cambios altos. Es más progresivo que en otros modelos de compañía, y se conjuga eficientemente con la transmisión de seis marchas, ubicada bien a mano y con recorridos precisos. A pesar de no ser eléctrica, la asistencia de la dirección colaboró notablemente en las maniobras, siempre tirando más a liviana que a pesada. Muy buena nota para los frenos a disco en las cuatro ruedas, de impecable respuesta y prestaciones, sobre todo con carga. Solo que nos llevó tiempo acostumbrarnos a su dosificación.

Miserable es el término justo para la Jumpy. Ojo, hablamos del consumo. En ciudad, con unos 400 kg cargados y el aire encendido el promedio fue de poco más de 8 litros de gasoil Premium cada 100 km recorridos. A 100 km/h no superó los 5, y el trayecto que abarcó parte de la General Paz, a 80 km/h, dejó como saldo 3,8 litros constantes. Un dato no menor: además de contar con filtro de partículas diésel, este HDI necesita de urea, a diferencia del resto de los furgones. Suena raro, sí. Pero no es un problema, ya que la autonomía del tanque cubre un rango de 17.000 km dependiendo del tipo de uso, prácticamente lo mismo que los service, que también son cada 20.000 km. A su vez, el conductor dispone de un indicador de nivel en el instrumental en caso de que fuera necesario adelantarlo.

A un precio final 1.014.000 pesos (diciembre 2018)y una garantía de 2 años o 100.000 km, la Jumpy llegó para elevar la ofensiva en el terreno de los vehículos comerciales de Citroën, con un producto diferencial que habla a las claras la posición de la marca en no resignar ningún sector del mercado de cargas livianas.